María nos dio al niño Jesús; y le devolvimos a un hombre muerto.
Esta sola en su sufrimiento. La intensidad de su dolor es única en la humanidad. Ella, la mujer sin mancha, sostiene en sus brazos al Hombre Perfecto, al Hombre Inocente, al Hombre Dios, llevando en su memoria recuerdos de treinta y tres años de una relación suprema llena de amor entre los dos.
Está sentada a la orilla de una roca calavera (a la izquierda de la pintura) ella está pasando por la peor de las maldades cometidas por la humanidad— deicida — el asesinato de Dios! Sola en el desierto, la Inmaculada está rodeada por la fuerza de la suciedad humana.
Lo peor ya ha pasado. Ya no existe otro mal, que un humano pueda hacer, que sobrepase esto. No importa que surja en el mundo de hoy, nunca estará tan mal que no podamos amar a Dios mientras estamos en el. Gracias al sacrificio de Jesús que nos redimió, ahora es estamos viviendo la escena que sigue después.
Somos la gente de la Resurrección.
Derechos reservados 2002-2024 – Irene Thomas
Traducido al Español por Rosie Aguilar
