Domingo, día en que Jesús resucito, un día para regocijar. Viernes siendo el día que murió, es día de mortificación. Por estas razones, tenemos banquete los domingos, y ayunos los viernes.
Los dos deben de hacerse con moderación y con buena intención. Un banquete nunca debe de terminar en gula, ni en intoxicación ni en libertinaje, mientras el ayuno no se debe de hacer para exhibirse, ni tampoco para mostrarnos a nosotros mismos cuan admirablemente guardamos nuestros principios.
Al ayunar, estamos ofreciendo en secreto por amor a Jesús, algo que normalmente es de agrado para nosotros, mientras nos enfocamos en los pobres que quizás estén privados de estos bienes.
La Iglesia todavía requiere que nos abstengamos de carne los viernes, pero nos permite que substituyamos esto con otro sacrificio diferente, si así lo queremos. Durante los viernes de cuaresma, debemos de abstenernos de comer carne, aunque hagamos otros sacrificios. Lo esencial es que practiquemos negarnos a nosotros mismos en el día de la semana que Jesús murió por nosotros.
