Muchos de nosotros nos estamos ahogando en nuestros propios egos. Pasamos nuestra vida preocupados por nuestros deseos y nuestra imagen, reaccionando a cada estimulo que pasa por nuestro camino, sin pensarlo bien y sin ningún control. Vivimos simplemente a un nivel natural, siendo indiferentes a la invitación sobrenatural de Dios.
La persona en la pintura se está hundiendo, muy apenas dándose cuenta de su propia y desesperada situación. La mano de Cristo esta en el agua, lista para salvar.
Cuando nos damos cuenta de que nos estamos hundiendo en la idolatría a nuestro propio ser, y escuchamos el llamado a la gracia de Dios, todo lo que se necesita de nosotros es tan solo alcanzar la mano del Salvador.
El sacrificio redentor de Cristo, espera el asentimiento de nuestra autonomía.
Desafortunadamente, con esta misma autonomía podemos sentirnos autosuficientes e ignorar la gracia, y, al final nos ahogaríamos hasta ser nada.
